Caminando mis montañas

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domingo, 14 de junio de 2020

Capítulo I: La Razón de este Blog

 La pretensión de este Blog es meramente autobiográfica. Empero tendré que darle inicio poniéndome de pie en un punto de referencia para comenzar su relato y que así pueda en el tiempo desplegarse esta serie de acontecimientos que constituye mi vida. Supongo que no importa si empiezo por el día de hoy o por el día de mi nacimiento, o por el día que cumplí 6. La película corre rollo como un reloj. Las cosas que voy a escribir aquí ya sucedieron y mi mente es una pequeña caja fotográfica que quiere revelar su contenido mediante estas palabras para que el agujero negro que me acecha no se devore hasta el último bocado de mi existencia y, al menos, cuando yo me haya ido, quede un papel que diga que existí. Si tiene sentido o no, mas no me importa. Estas palabras seguirán su curso como un río; como el primer curso de agua que seguí para encontrar mi primera montaña en uno de los puntos de referencia más alejados en el mundo. Allí quise pretender que una cámara fotográfica me guarde hasta el último detalle de mi experiencia, para que pueda volver a ella cuando mi mente haya olvidado hasta mi propio nombre. La observación de mis primeras cumbres me hicieron ver que en el acto de vivir, si la montaña no viene a mí, yo tendré que ir hacia la montaña. Y que no puedo dejar de ir hacia la montaña, así como no puedo dejar de escribir. 

 Le llamaba, en mi adolescencia, escritodependencia al acto de escribir porque no podía dejar de hacerlo. Gozaba en aquél entonces del ocio aristotélico, que me permitía ocupar las largas horas del día y de la noche a la tarea de escribir. Y con el tiempo, en orgullosa soledad arltiana, logré desarrollar una técnica (en el sentido de la palabra tekné propiamente dicho). Muchos lustros después de mis primeras páginas manuscritas, perfeccioné mi técnica en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, institución maravillosa a la que debo casi todo lo que sé de la vida y de la composición poética del alma. No sé quién hubiera sido sin mi formación académica. Sé que la moda de los últimos siglos es criticar a la academia y sé también que la academia no nos hace personas de bien. Sin embargo creo que los años que pasé en la academia fueron los años más libres de mi vida y no creo que vuelva a experimentar nunca más esa libertad. Fueron también mis años más jóvenes, y aunque todavía soy joven ya se rasgan en mí las primeras aberturas de la melancolía y la añoranza por lo que ya no soy. Cada diez años me voy desgarrando un poco más, y en el interior de los mustios y oscuros huecos hay cúmulos de experiencias que llevan cada vez más peso. 

 En los años de la academia aprendí a entender a los filósofos que leí durante mi adolescencia. A los 15 había leído Así Habló Zarathustra y me hice fanática de Wagner. A los 16 ya había leído todos los fragmentos heraclíteos y el Discurso del Método, y las Meditaciones Metafísicas, viajando en el Ferrocarril Belgrano de camino a reunirme con mis amigos para tocar la guitarra en Plaza Francia e ir a recorrer el Museo Nacional de Bellas Artes. Pero no tenía todavía lo que se necesita para entender en profundidad esos libros, me bastaba entonces con la sola disposición del alma. Luego, a mis 19 años, con la guía de los profesores que he tenido a lo largo de los cursos, entré en el abismo y lo comprendí de la manera más bella, tanto que jamás quise irme de ese lugar. Es por este motivo, y no por otra cosa, que digo deber a la Facultad de Filosofía y Letras casi todo lo que sé de la vida; porque gracias a mi formación académica entendí los grandes sistemas de pensamiento que atravesaron nuestra humanidad a través de los siglos en la infatigable búsqueda de la verdad, búsqueda a la que me uní desde entonces y que me ocupaba buena parte de la vida despierta. Luego la necesidad y un inexplicable abandono de mí misma, me fueron robando el ocio que necesitaba, y la buena disposición del alma, para ocuparme de estas cuestiones. Y es que es una gran verdad que vivimos hasta los 25 años. Después de los 25 años todos comenzamos a morir, y lo que no hayamos hecho antes de los 25, ya no lo tendremos. Hay un genio que dice que todo lo que podamos inventar, lo inventamos durante la infancia y la adolescencia. Luego lo único que hacemos durante nuestra vida adulta es repetir lo que ya hemos creado; en la vida adulta ya no se puede crear nada que no se haya hecho antes. El genio que dijo esto es uno de nuestros más grandes filósofos contemporáneos, el gran músico, Charly García, en cuyas canciones encontré la inspiración para escribir mis más largas y, hasta el momento, nunca publicadas ficciones. 

 Al día de hoy me encuentro juntando de la tierra mis pedazos. Parece que me hice cristales al chocar contra la necesidad de sobrevivir. Algunos días tengo más suerte que otros. Hoy es un día de suerte ya que he logrado redactar estas líneas. 

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